Descargá el libro que reúne documentos de política educativa publicados en el proceso del T20 Argentina durante el 2018 realizado por el Grupo de Trabajo “El futuro del trabajo y la educación para la era digital”.
El libro reúne documentos de política educativa publicados en el proceso del T20 Argentina durante el 2018. Realizados en el marco del Grupo de Trabajo “El Futuro del Trabajo y la Educación para la Era Digital”, esta producción propone recomendaciones orientadas a las prioridades educativas establecidas por el G20: el desarrollo de habilidades del siglo XXI y el financiamiento educativo.
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Aquí tienes las palabras preliminares de Alejandra Cardini, Directora del Programa de Educación de CIPPEC y co-chair del Grupo de Trabajo de “El futuro del trabajo y la educación para la era digital”:
El rol de la política educativa dentro del G20 ha cambiado con la presidencia argentina. Es la primera vez que la educación se incluye como un Grupo de Trabajo en la historia de este foro. Esta decisión tuvo efectos directos en el T20, uno de los grupos de afinidad del G20 que desarrolla recomendaciones de política por medio de diferentes Grupos de Trabajo temáticos.
Esta es una oportunidad excepcional para abrir un debate global entre expertos y responsables políticos acerca del futuro de la educación. El Grupo de Trabajo 1 del T20, “El futuro del trabajo y la educación para la era digital”, emprendió este desafío. Nuestro objetivo fue generar recomendaciones de políticas educativas basadas en una visión que definiera la educación como una dimensión clave de las agendas políticas para el desarrollo global. Desde la primera sesión de trabajo, el “Inception Workshop: Vision and Strategies” en febrero de 2018, los miembros del Grupo de Trabajo acordaron que la educación resulta de vital importancia, ya que equipara oportunidades, fortalece las democracias y contribuye al crecimiento económico.
Esta visión está alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. Más específicamente, el ODS número 4 busca “garantizar una educación inclusiva y de calidad para todos, y promover el aprendizaje permanente” (Naciones Unidas, 2017). El acceso universal a la educación de calidad desempeña un papel fundamental en la creación de un mundo más inclusivo, justo y equitativo. Estos objetivos solo pueden lograrse mediante un apoyo sostenido y de largo plazo. Su consideración dentro de la agenda T20 es un importante paso adelante, ya que permite pensar el futuro de los sistemas educativos y sus políticas desde una perspectiva global y colaborativa.
Bajo estas premisas, este Grupo de Trabajo abordó dos desafíos. Por un lado, las recomendaciones de política educativa tratan de hacer frente a desafíos del Siglo XIX, aún presentes en muchas regiones y países del mundo: el acceso a la escuela y al aprendizaje. Como reflejan los indicadores de la ONU, la educación primaria en los países en desarrollo alcanzó una tasa de matriculación del 91%, pero todavía 57 millones de niños no asisten a la escuela. La mayoría de ellos viven en África subsahariana, en el sur de Asia y en zonas afectadas por conflictos bélicos. Las tasas de matriculación en la educación secundaria son aún más preocupantes: 84% para la educación secundaria inferior y 63% para la educación secundaria superior (Naciones Unidas, 2017). Al mismo tiempo, las recomendaciones también apuntan a la llamada “crisis del aprendizaje”: muchos de los niños que asisten a la escuela no transitan por experiencias de aprendizaje profundo. Según el Informe de Seguimiento de la Educación para Todos de la UNESCO, 130 millones de niños asisten a la escuela primaria, pero no pueden leer, escribir ni hacer ejercicios matemáticos básicos (2014).
Por otro lado, este Grupo de Trabajo brindó recomendaciones de política para analizar las oportunidades que surgen de la nueva relación entre los cambios tecnológicos, el trabajo y la educación en el Siglo XXI. La era digital abrió nuevas perspectivas y preguntas acerca del aprendizaje, el currículum, el desarrollo profesional de los docentes y las certificaciones, entre muchas otras dimensiones de la política educativa.
Además, los miembros del Grupo de Trabajo identificaron oportunidades para articular nuevas tecnologías digitales con formas alternativas de aprendizaje que podrían mejorar las prácticas pedagógicas y sus resultados. En el marco de esas ideas también se consideró el rol de los Estados en relación con la equidad.
Las recomendaciones aquí planteadas buscan tender puentes entre viejos problemas educativos y las nuevas oportunidades. Estas dos cuestiones deben abordarse de manera simultánea, como un complejo escenario donde las nuevas tecnologías podrían contribuir a imaginar el futuro de la educación más inclusivo. En otras palabras, la digitalización y los cambios impulsados por la tecnología podrían proporcionar a los sistemas educativos herramientas para fomentar la inclusión, la calidad y la equidad de género y socioeconómica.
Tomando en cuenta estos desafíos, este Grupo de Trabajo produjo documentos de política educativa en cuatro áreas diferentes. Aunque aquí están separados teóricamente, pueden vislumbrarse relaciones entre ellos. En primer lugar, se identificó la importancia de abordar el desarrollo de habilidades desde el comienzo de la vida.
La evidencia indica que las experiencias de la primera infancia tienen efectos sustanciales en los niveles educativos posteriores. En este sentido, recomendamos a los gobiernos: i) respaldar medidas que permitan que los enfoques sistémicos sean sostenibles; ii) iniciar y apoyar el aprendizaje colaborativo mirando las políticas de Desarrollo, Educación y Cuidado de la Primera Infancia (ECD / ECEC1) en todos los países del G20; iii) adoptar enfoques sistémicos para la implementación, la gobernanza y la evaluación de políticas ECD / ECEC. En “Se necesita más que una aldea. Los servicios eficaces de Desarrollo, Educación y Cuidado de Primera Infancia requieren sistemas competentes”, Mathias Urban, Alejandra Cardini y Rita Flórez Romero explican que es necesario apoyar redes multidimensionales entre los actores involucrados en el desarrollo y la prestación de servicios ECD / ECEC en los diferentes niveles de gobierno: local, regional y nacional.
Motorizar enfoques exitosos y prospectivos a servicios integrales de ECD / ECEC en el Sur Global requiere un trabajo en red e intercambio permanente entre investigadores, legisladores, profesionales y defensores ECD / ECEC. En segundo lugar, este Grupo de Trabajo consideró aquellas oportunidades y amenazas que las transformaciones impulsadas por la tecnología introdujeron en el campo de la educación. Las recomendaciones se centran en el valor del conocimiento y las habilidades, así como en el desarrollo de herramientas digitales para una mejor articulación entre las diferentes dimensiones de la política educativa.
Por un lado, Cristóbal Cobo, Alessia Zucchetti y Axel Rivas reflexionan sobre el aprendizaje no formal, las alfabetizaciones del tercer espacio (third-space literacies) y mecanismos alternativos de certificación. Con relación a estas cuestiones, los autores intentan responder una de las preguntas más interesantes de este libro: “¿Son estas formas alternativas de aprendizaje una amenaza en términos de equidad y tradiciones educativas, o una oportunidad para ampliar el derecho a la educación?”. Su argumentación establece que, a medida que surgen en todo el mundo, esas trayectorias educativas deben ser consideradas por la política educativa, con el objetivo de preparar a los jóvenes para ingresar al mercado de trabajo.
Recomiendan facilitar, respaldar y promover la diversificación de las oportunidades de aprendizaje, el mejoramiento y el reciclaje, junto con mecanismos flexibles de certificación. Además, sostienen que el G20 debería alentar a las organizaciones internacionales y los gobiernos nacionales a proporcionar formas más flexibles de reconocer las titulaciones previas, más allá de dónde se hayan desarrollado.
Por otro lado, Claudia Costin y Allan Jales Coutinho también reflexionan sobre educación y tecnología, en un contexto de economías cambiantes, y nuevos desarrollos en el mercado laboral. Su trabajo se pregunta por las formas en las que las futuras desigualdades -dentro de los países y entre ellos- podrían disminuirse, con el fin de achicar la brecha entre educación y fuerza laboral. Los autores explican que las habilidades cognitivas de alto orden (highorder thinking skills), como la creatividad y el pensamiento crítico, enfrentarán una creciente demanda como resultado de la digitalización y las innovaciones tecnológicas. En estas condiciones, sugieren que los sistemas educativos deben integrar las demandas sociales y laborales en las prácticas escolares para garantizar que los estudiantes, en especial los de origen más desfavorecido, desarrollen las habilidades para participar en sus economías y democracias locales.
Por lo tanto, proponen desarrollar “funciones de apoyo” basadas en tecnología digital, en los niveles más altos de gobierno. Esto permitirá que los países del G20 respondan a tiempo (y de manera equitativa) a las oportunidades y aspiraciones de los niños y jóvenes, mientras enfrentan los cambios en el mercado. En este contexto, sugieren que se debe asignar igual énfasis a las reformas curriculares basadas en las competencias, el desarrollo profesional docente y los mecanismos de evaluación.
En tercer lugar, este Grupo de Trabajo elaboró recomendaciones sobre el financiamiento de la educación, temática prioritaria del G20. Estas abordan no solo la pregunta sobre el monto (“¿cuánto?”) de financiamiento, sino también sobre los complejos mecanismos de asignación y los desafíos de equidad. Sobre este tema, Javier González, Santiago Cueto Caballero, Alejandra Cardini y Bárbara Flores analizan la relación entre asignación de recursos y niveles de aprendizaje en América Latina y el Caribe (LATAM). Describen cómo estos aún son insuficientes y están distribuidos de manera desigual. Los autores sugieren que los líderes del G20 deberían alentar a los gobiernos a invertir más por estudiante, debido a las altas tasas sociales de retorno de la educación. Además, esta inversión debería priorizar los primeros años de vida.
En efecto, sostienen que debe implementarse mediante subsidios diferenciados según el nivel socioeconómico de los estudiantes, a fin de garantizar una educación de calidad equitativa y mejorar la distribución de insumos en las escuelas. De acuerdo con este trabajo, los políticos deben alentar paralelamente los mecanismos para investigar, reconocer e implementar las prácticas pedagógicas que demostraron ser efectivas para mejorar el aprendizaje de los estudiantes. Además, Yoshida, Hirosato y Tanaka siguen un argumento similar al relacionar el financiamiento de la educación, la inclusión, la equidad y los resultados del aprendizaje. Centran dicho análisis en el Objetivo 4 de Desarrollo Sostenible de la UNESCO: “Educación de calidad”. En este trabajo se sugiere que los líderes del G20 deben abogar y colaborar para garantizar que los marcos de políticas educativas, acompañados de una agenda de reformas a gran escala, se conviertan en planes de acción realistas y factibles. Según los autores, esto es importante en particular para quienes diseñan políticas: deben considerar el volumen general de trabajo, el marco de tiempo, la secuenciación y las implicaciones presupuestarias. Además, en términos de evaluación de la política educativa, proponen que los países del G20 trabajen a nivel internacional para ir más allá de la identificación de factores facilitadores.
Incluso, si pueden proporcionar pistas útiles para orientar la inversión (“en qué” invertir), estas deberían combinarse con conocimientos sobre el proceso práctico y los métodos de mejora del aprendizaje (“cómo” lograr resultados). Aunque la financiación de la educación obligatoria aparece como una prioridad clara entre los países del G20, en el caso de la educación posobligatoria también podría aprovecharse el cambio tecnológico para mejorar sus mecanismos de financiación. En el último documento de política, Fletcher y Grainger muestran un creciente cuerpo de evidencia sobre la eficacia de mecanismos de financiación específicos en circunstancias particulares. Tal como sostienen, no es fácil para los legisladores aprender de la experiencia de otros países. Sin embargo, hay riesgo de que los errores se repitan de manera costosa y con un derroche de recursos. Por lo tanto, Fletcher y Grainger proponen desarrollar un recurso transnacional que permita a los responsables de este sector recopilar y filtrar con rapidez información de diferentes países, y desarrollar un análisis sistemático contra los criterios acordados. Esto les permitirá evaluar la idoneidad de cualquier mecanismo de financiación específico.
Antes de pasar a los documentos de política, nos gustaría señalar que este Grupo de Trabajo identifica vacancias intersectoriales entre género y educación, que deben abordarse en las próximas ediciones del T20. Es necesario elaborar recomendaciones, tanto para lidiar con la paridad en la matriculación en todos los niveles educativos, como con las formas más sutiles de desigualdad de género (representación insuficiente de las mujeres en puestos de liderazgo educativo, representaciones de género sesgadas en los libros de texto, entre otros temas muy importantes). Algunos de estos aspectos fueron abordados por el Grupo de Afinidad W20 en su documento de política “Educación y Empleo” (2018). Entre algunas de sus recomendaciones, los autores afirman que los países del G20 deben garantizar que todas las niñas y niños en edad de escolarización obligatoria tengan acceso a una educación de alta calidad y educación sexual integral (ESI).
Además, los países del G20 deberían alentar a las mujeres jóvenes y adultas a realizar y continuar estudios terciarios en áreas de tecnología avanzada, y en aquellos temas clave que impulsan la transformación digital, alteran la sociedad y generan un riesgo de mayor exclusión social. Este libro y las recomendaciones que aquí se presentan son el resultado de esfuerzos conjuntos entre diversos think tanks y centros de investigación. Durante el 2018, se dio un primer paso hacia la construcción de una red de organizaciones que trabajaron juntas en el proceso T20, pero que deben seguir colaborando en el futuro. Esta es la primera vez que la educación es incluida en un Grupo de Trabajo en la historia del G20 y del T20. Es nuestra responsabilidad trabajar juntos, para que no sea la última.
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