Es prioritario mejorar la infraestructura financiera global

José Siaba Serrate, co-chair del grupo de trabajo “Una arquitectura financiera internacional para la estabilidad y el desarrollo”, participó en el panel de regulación financiera del Think 20 Mumbai.

José Siaba Serrate, co-chair del grupo de trabajo “Una arquitectura financiera internacional para la estabilidad y el desarrollo” fue uno de los miembros del panel de regulación financiera del Think 20 Mumbai. El evento asociado al T20 Argentina se realizó en India el 12 y 13 de marzo.

A continuación, la transcripción de su discurso:

Es fundamental que el Canal de Finanzas mantenga su curso. Me refiero al plan de acción de Hamburgo que se acordó durante la presidencia alemana del G20. El crecimiento fuerte y sostenible requiere de finanzas sólidas. Necesitamos la inclusión financiera para el desarrollo social.

La agenda del G20 apunta a construir resiliencia financiera para ayudar a fortalecer el crecimiento económico, reducir el impacto negativo de los shocks y activar el círculo virtuoso dado por la alta resiliencia y el crecimiento vigoroso.

De ahí que sea prioritario mejorar la infraestructura financiera global. Por eso se trabajó en fortalecer la arquitectura básica, en extender la red global de seguridad, agregar capital al FMI, crear nuevos instrumentos de préstamo, forjar la cooperación entre el FMI y los acuerdos financieros regionales, y promover los Bancos Multilaterales de Desarrollo (MDBS) con su capacidad para movilizar capital privado e impulsar la inversión en infraestructura. El esfuerzo se aboca a la implementación completa y coherente de la agenda de la Junta de Estabilidad Financiera (FSB). Concretar Basilea III es el objetivo principal.

Esta tarea requiere del monitoreo y el tratamiento continuos de los riesgos y las vulnerabilidades (los relacionados con la banca “en las sombras” y otras actividades financieras basadas en el mercado). La definición de lo que califica como riesgo bajo el paraguas regulatorio aumentó significativamente: hay riesgos de crédito, de liquidez, de mercado, operacionales y de contraparte de derivados que deberían controlarse.

Hay que tener en cuenta que los costos de cumplimiento aumentaron con el nuevo marco, y que las instituciones pequeñas y menos complejas, por su escala, podrían ser penalizadas en relación con los riesgos menores que ellas podrían implicar para todo el sistema.

Se logró un progreso significativo. Las instituciones más grandes duplicaron sus coeficientes de capital de alta calidad, mientras que mantienen mayores reservas de liquidez y modificaron sus estructuras de balance para facilitar su resolución, en caso de no ser viables. Las transacciones son más seguras. Los flujos financieros se han restablecido después de la crisis y los costos de financiamiento son bajos.

Pero todavía hay amenazas pendientes, como asegurar el ensamblaje adecuado entre la regulación a nivel nacional y el nuevo marco internacional (un tema que crecerá en relevancia a medida que la administración del presidente Trump en los EEUU impulse la desregulación financiera), lidiar con las fintech o la nueva industria financiera (es decir, permitir la innovación y capturar los sus beneficios, y evitar los trastornos que podría producir). Durante la crisis financiera aprendimos una lección en este campo: para descubrir los puntos débiles, hay que supervisar las actividades, no sólo las entidades. El sistema bancario “en las sombras” es un sujeto móvil ya que la tecnología está en continuo movimiento.

Pero no hay dos crisis iguales. Debemos recordar la crisis de los bancos de ahorro y préstamos (S&L) de los años 80: no sólo importan las Instituciones Financieras Sistémicamente Importantes (SIFIs). Los bancos de S&L no eran demasiado grandes como para fallar, pero sí eran demasiadas, y provocaron un dolor de cabeza. La regulación y la vigilancia nacional podrían ser el eslabón débil de una cadena global bien pensada.

Hay que tener en cuenta los variados desafíos que tenemos por delante. Las criptomonedas fueron calificadas como un “fraude”, un “esquema Ponzi”, la “estafa más brillante de la historia” e incluso un “desastre ambiental”, no obstante, han prosperado a pesar de la extrema volatilidad y las frecuentes caídas en desgracia. Las criptomonedas pueden carecer de valor intrínseco, pero muestran un gran valor de mercado, y esta vez no se puede culpar a una conspiración de silencio.

Demasiado pequeñas para ser consideradas como un importante riesgo de inestabilidad financiera sistémica, demasiado grandes los titulares que generan para ignorarlas, demasiado recientes como para ser consideradas otra cosa que un vástago de la era de la reforma posterior a la crisis, demasiado similares a otros frenesíes del pasado (como las puntocom o las burbujas subprime) como para no pensar que tal vez estamos fallando de nuevo. Entonces, ¿cómo deberíamos lidiar con ellas? En especial, con la perspectiva de un juego de succión en el que los criptoactivos terminan en manos de las masas, sin valor de mercado final, mientras se transfieren fortunas en a las billeteras de los “innovadores”.

Además, considero que hay una dimensión demográfica a la que tenemos que prestarle atención. Las sociedades envejecen rápidamente, pero a diferentes velocidades. Este tema cobrará importancia a medida que los ahorristas de muchas partes del mundo envejezcan y se jubilen pronto, y necesiten prestar sus recursos a personas y compañías de sociedades jóvenes, en otras partes del mundo, para invertir y obtener los ingresos que consumirán durante los años de jubilación. También se necesitan sistemas financieros sólidos en esos países jóvenes.

Finalmente, deberíamos prestarle atención al agitado campo del comercio internacional, y las perspectivas de disputas comerciales. Estamos acostumbrados a ver las finanzas complicarse y entrar en crisis, primero, y luego, a causar daño en la economía real. Pero la enfermedad y el contagio también podrían darse a la inversa. Los dos canales del G20, el de los sherpas y el canal financiero, no pueden desvincularse uno del otro (y afortunadamente eso es lo que piensa la presidencia argentina del G20).

Y no nos olvidemos del endeudamiento (su mano invisible que promueve burbujas y frenesí, y su estómago débil cuando recibe un buen golpe de lleno). Los contratiempos reales importan más para las finanzas cuando el apalancamiento es más alto, y los niveles de deuda aumentaron significativamente, no disminuyeron, debido a la gran crisis y la forma en la que se la manejó.

Hay que tener en cuenta que cuando el T20 vuelva a reunirse en septiembre en Buenos Aires, habrán pasado 10 años desde el colapso de Lehman Brothers. Y exactamente dentro de un año, el mercado alcista también celebrará una década (y poco después, la recuperación económica mundial). Paralelamente, los bancos centrales planean ejecutar sus estrategias de salida a partir de políticas no convencionales extraordinarias.

El ciclo económico no muere por edad o por vértigo, pero deberíamos trabajar considerando un escenario factible: el nuevo marco regulatorio podría ser puesto bajo presión en el mediano plazo. Llegado el momento, será mejor que hayamos hecho nuestros deberes.