Por Leandro Serino, coordinador de Investigación y Políticas Públicas del T20 Argentina.
Las guerras comerciales, un fenómeno que hasta hace poco pertenecía a los relatos de historia económica y política internacional, hoy son parte de cualquier debate sobre la globalización. Aunque todavía son parte del pasado, los especialistas temen una escalada de las fricciones en las fronteras comerciales que deriven en la versión 4.0 de estos conflictos característicos de la primera mitad del siglo XX.
El tiempo dirá si volveremos (o no) al pasado. Lo cierto es que los desacuerdos en materia comercial son moneda corriente en la actualidad. A modo de ejemplo, basta señalar la falta de resultados de la Undécima Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC) que tuvo lugar en Buenos Aires en diciembre de 2017, la virtual paralización del tribunal de apelaciones de la OMC y las restricciones unilaterales al comercio de acero, aluminio y otros productos que implementó Estados Unidos en los primeros meses de 2018. Aunque la normativa que regula el comercio multilateral estipula que estas restricciones son ilegales, los países afectados no iniciaron demandas ante la OMC. Algunos, como China, optaron por la retaliación e impusieron aumentos de tarifas a los productos estadounidenses. Otros, de menor poderío económico, acordaron restringir voluntariamente sus exportaciones al país norteamericano.
Este escenario muestra a las claras que el sistema multilateral de comercio basado en las reglas de la OMC ha sido puesto en duda. Los países sistémicamente importantes toman decisiones unilaterales e ignoran la normativa de la institución mientras el resto reclama que se respeten sus reglas de la pero no recurren a ella para resolver los conflictos.
¿Podrá el G20 en 2018, bajo el liderazgo de Argentina, iniciar un proceso de dialogo y evitar una escalada de las fricciones comerciales? ¿Podrán los líderes dejar de lado las acusaciones y trabajar en la búsqueda de entendimientos? En el Comuniqué de Ministros de Economía y Presidentes de Banco Centrales (link), los países dieron un primer paso en esta dirección al reconocer explícitamente la necesidad de diálogo y comprometerse a trabajar para fortalecer el comercio internacional. Además, en la Primera Reunión del Grupo de Comercio e Inversiones (TIWG), Argentina abrió una instancia de diálogo del G20 para tratar la situación del orden del sistema multilateral de comercio y los desequilibrios del comercio internacional.
Cuánto avanzarán y en qué dirección es todavía una incógnita. No obstante, vale la pena resaltar algunas cuestiones que consideramos deberían ser parte de este dialogo.
Primero, es necesario cubrir las vacantes del Órgano de Apelación de la OMC. Sin un organismo que confirme, modifique o revoque las decisiones de primera instancia respecto de las diferencias planteadas por los miembros de la OMC, el sistema multilateral no puede funcionar correctamente.
Segundo, el crecimiento de las medidas restrictivas al comercio no es un fenómeno puntual sino que refleja en parte el descontento con la globalización de un número importante de actores sociales, principalmente de las economías occidentales, que vinculan el aumento de la desigualdad a la integración comercial. Si bien la mayor internacionalización de los procesos productivos ha impactado negativamente sobre el salario y el empleo de varias industrias, debemos señalar que la desigualdad también es consecuencia del cambio tecnológico y de la ausencia (o deficiencia) de los mecanismos de compensación entre los ganadores y perdedores que genera la globalización, tanto al interior de los países como entre ellos.
Tercero, para que el sistema multilateral de comercio sea preferible a las negociaciones bilaterales con las potencias o bloques regionales de países desarrollados, éste debe avanzar en acuerdos comerciales relevantes para ellos, como el caso del comercio de bienes agrícolas.
En cuarto y último lugar, creemos que en un contexto en el que las medidas comerciales vinculantes no están funcionando, el diálogo debería considerar estrategias de integración más graduales y flexibles, que promuevan un sistema que sea considerado justo por sus miembros.
Los esfuerzos de la presidencia argentina del G20 para tratar la situación del orden del sistema multilateral de comercio y los desequilibrios del comercio internacional significan un primer paso cuyos resultados no se pueden anticipar, pero que se mueven en una dirección contraria a las fricciones que caracterizan al escenario actual. Argentina puso la mesa, el diálogo está servido.