La migración es un proceso complejo y, a menudo, desatendido que afecta los destinos de las personas y los Estados, tanto en los países de origen como en los de destino. La sociedad rusa se formó históricamente como un país multiétnico con diversas religiones, idiomas y culturas. Debido a turbulencias políticas y socioeconómicas, guerras y conflictos del pasado, se produjeron varias oleadas de migración en la región de Eurasia que dieron forma a la migración moderna de Rusia.

El gobierno ruso reconoció la importancia de la migración y liberalizó su legislación hacia los ciudadanos de la antigua URSS y los que pertenecen al llamado “mundo ruso”, hablan el idioma y comparten los valores rusos. Este fue un paso sensato para atraer a migrantes calificados y productivos y para mejorar la situación demográfica en el país. Sin embargo, el desarrollo desigual en la extensión del país impidió atraer los mejores recursos humanos de los países de la CEI, ya que los recién llegados tenían que instalarse lejos de los principales centros económicos, como Moscú y San Petersburgo. Por otro lado, Rusia experimentó una gran afluencia de trabajadores migrantes de los países de la CEI después de disolución de la Unión Soviética. Esta migración esporádica y autoorganizada fue y ha sido, a la inversa, dirigida a los principales centros económicos, como Moscú, San Petersburgo, Kazán, Kaliningrado, Ekaterimburgo, etc.

De este modo, Rusia se enfrenta a una situación interesante: atrajo a migrantes más calificados a áreas remotas, mientras que las corrientes de migración laboral autogobernada terminaron en centros económicos importantes lo que generó desafíos, como la escalada de tensión social, las preocupaciones de seguridad, las disparidades económicas y los desacuerdos políticos dentro y fuera del país. Por lo tanto, vale la pena mirar en detalle y debatir a escala global la experiencia rusa.

Grupo de trabajo: Migraciones