A pesar de que puede parecer dramática para los países desarrollados, la llamada “cuarta revolución industrial” es una oportunidad para las comunidades de los países en vías de desarrollo. El “salto de productividad”, el desarrollo local y la difusión de la tecnología son algunas de estas buenas noticias que trae aparejada. Los Estados y las organizaciones deberían tener marcos políticos y jurídicos para las relaciones sociales y laborales que permitan que surjan y compitan nuevas estructuras. Las nuevas tecnologías generan nuevos ciudadanos y se debe dejar que los resultados sucedan sin limitaciones, ya que ningún estado puede prever las consecuencias involuntarias. A medida que aparezcan nuevas estrategias e instituciones, la competencia entre organizaciones y la imitación podrán permitir el crecimiento de las economías emergentes.
Grupo de trabajo: El futuro del trabajo y educación para la era digital