El G20 se encuentra en una encrucijada. Puede refugiarse en reafirmar los nacionalismos o comprometerse con una nueva forma de multilateralismo, guiada por la primacía de la prosperidad social y el principio de subsidiariedad. Tradicionalmente, el G20 se centró en cuestiones de política económica, específicamente en el crecimiento económico y estabilidad financiera. Esto es apropiado siempre y cuando el progreso social esté ligado al económico, porque entonces el logro de las mejoras materiales promoverá la prosperidad humana. Pero cuando el progreso económico y social se disocian -como se observa actualmente con la creciente desigualdad de ingresos, el aumento del desempoderamiento y el incremento de la descomposición de las afiliaciones sociales- entonces es poco probable que la preocupación exclusiva por cuestiones de política económica reprima el descontento público generalizado. Por este motivo, es apropiado que los objetivos del G20 se amplíen para incluir una prosperidad resiliente, inclusiva y sostenible. Esta concepción más amplia de las necesidades humanas exige una nueva cosmovisión para la formulación de políticas del G20, una que genere aceptación social para la cooperación multilateral con miras a abordar los problemas globales, a la vez que permita a los diferentes países nutrir sus identidades nacionales, culturales y religiosas.
Grupo de trabajo: Cohesión social, gobernanza global y el futuro de la política